Aceites de ATTAR, la otra Perfumería

Perfumería

\"perfumería

En mi primer viaje a India, allá por Enero del 2016, me encontré con un mundo desconocido pero extrañamente familiar: Los Attar, tradición milenaria de India.

Los aromas, desde niña, perfumaron mi atención y mi curiosidad. Siempre creí que los olores, junto con la música, eran lo más parecido a la teletransportación. Nos llevan a tiempos lejanos. Nos devuelven a sitios, de los cuales quizás jamás debimos alejarnos o a los que queremos volver de vez en cuando.

Evocan personas. Lugares. Fechas. Circunstancias. Amores.
Durante cuatro años investigué, percibí, olí, me embriagué de todas las esencias habidas y por haber.

Entrar en las perfumerías artesanales de India es hundirse en un mar irrefrenable de aromas.
Es como si todas las esencias del mundo nadaran en sus aguas y se hubiesen puesto de acuerdo para hacerte enloquecer.
Por momentos uno puede flotar, sacar la cabeza y tomar aire. Pero luego una ola, envuelta en un sándalo escandaloso, te hunde nuevamente.

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Hay Pachulis indescriptibles, disfrazados de peces. Almizcles imposibles, vestidos de estrellas de mar. Caracoles que, en su caparazón, esconden cientos de esencias de rosas jamás pensadas. Flores acuáticas que destilan Vainilla por cada uno de sus pétalos. Maderas, musgos y resinas de un aroma indescriptible. Ráfagas de Oud que se adhieren a tu respiración y te quitan el aliento.
Hermosas sirenas de cabelleras enormes que huelen a flores y a sal marina.

\"perfumeria

Caballitos de mar que galopan y dejan a su paso una estela ambarada asombrosa. Oleadas de jengibre, cardamomo, canela y pimientas, tan aromáticas que es como si uno estuviera usando el olfato por primera vez.


Un Mar embriagador. Un Océano dónde no te importa naufragar.

M. Celina

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En mi primer viaje a India, allá por Enero del 2016, me encontré con un mundo desconocido pero extrañamente familiar: Los Attar, tradición milenaria de India.


Los aromas, desde niña, perfumaron mi atención y mi curiosidad. Siempre creí que los olores, junto con la música, eran lo más parecido a la teletransportación.


Nos llevan a tiempos lejanos.
Nos devuelven a sitios, de los cuales quizás jamás debimos alejarnos o a los que queremos volver de vez en cuando.
Evocan personas. Lugares. Fechas. Circunstancias. Amores.

Durante cuatro años investigué, percibí, olí, me embriagué de todas las esencias habidas y por haber.
Entrar en las perfumerías artesanales de India es hundirse en un mar irrefrenable de aromas.


Es como si todas las esencias del mundo nadaran en sus aguas y se hubiesen puesto de acuerdo para hacerte enloquecer.
Por momentos uno puede flotar, sacar la cabeza y tomar aire. Pero luego una ola, envuelta en un sándalo escandaloso, te hunde nuevamente.


Hay Pachulis indescriptibles, disfrazados de peces.
Almizcles imposibles, vestidos de estrellas de mar.


Caracoles que, en su caparazón, esconden cientos de esencias de rosas jamás pensadas.
Flores acuáticas que destilan Vainilla por cada uno de sus pétalos.


Maderas, musgos y resinas de un aroma indescriptible.
Ráfagas de Oud que se adhieren a tu respiración y te quitan el aliento.
Hermosas sirenas de cabelleras enormes que huelen a flores y a sal marina.


Caballitos de mar que galopan y dejan a su paso una estela ambarada asombrosa.
Oleadas de jengibre, cardamomo, canela y pimientas, tan aromáticas que es como si uno estuviera usando el olfato por primera vez.
Un Mar embriagador.


Un Océano dónde no te importa naufragar.

En mi primer viaje a India, allá por Enero del 2016, me encontré con un mundo desconocido pero extrañamente familiar: Los Attar, tradición milenaria de India.


Los aromas, desde niña, perfumaron mi atención y mi curiosidad. Siempre creí que los olores, junto con la música, eran lo más parecido a la teletransportación.


Nos llevan a tiempos lejanos.
Nos devuelven a sitios, de los cuales quizás jamás debimos alejarnos o a los que queremos volver de vez en cuando.
Evocan personas. Lugares. Fechas. Circunstancias. Amores.


Durante cuatro años investigué, percibí, olí, me embriagué de todas las esencias habidas y por haber.
Entrar en las perfumerías artesanales de India es hundirse en un mar irrefrenable de aromas.


Es como si todas las esencias del mundo nadaran en sus aguas y se hubiesen puesto de acuerdo para hacerte enloquecer.
Por momentos uno puede flotar, sacar la cabeza y tomar aire. Pero luego una ola, envuelta en un sándalo escandaloso, te hunde nuevamente.


Hay Pachulis indescriptibles, disfrazados de peces.
Almizcles imposibles, vestidos de estrellas de mar.


Caracoles que, en su caparazón, esconden cientos de esencias de rosas jamás pensadas.
Flores acuáticas que destilan Vainilla por cada uno de sus pétalos.
Maderas, musgos y resinas de un aroma indescriptible.


Ráfagas de Oud que se adhieren a tu respiración y te quitan el aliento.
Hermosas sirenas de cabelleras enormes que huelen a flores y a sal marina.
Caballitos de mar que galopan y dejan a su paso una estela ambarada asombrosa.


Oleadas de jengibre, cardamomo, canela y pimientas, tan aromáticas que es como si uno estuviera usando el olfato por primera vez.
Un Mar embriagador.
Un Océano dónde no te importa naufragar.

En mi primer viaje a India, allá por Enero del 2016, me encontré con un mundo desconocido pero extrañamente familiar: Los Attar, tradición milenaria de India.


Los aromas, desde niña, perfumaron mi atención y mi curiosidad. Siempre creí que los olores, junto con la música, eran lo más parecido a la teletransportación.
Nos llevan a tiempos lejanos.
Nos devuelven a sitios, de los cuales quizás jamás debimos alejarnos o a los que queremos volver de vez en cuando.
Evocan personas. Lugares. Fechas. Circunstancias. Amores.


Durante cuatro años investigué, percibí, olí, me embriagué de todas las esencias habidas y por haber.
Entrar en las perfumerías artesanales de India es hundirse en un mar irrefrenable de aromas.
Es como si todas las esencias del mundo nadaran en sus aguas y se hubiesen puesto de acuerdo para hacerte enloquecer.
Por momentos uno puede flotar, sacar la cabeza y tomar aire. Pero luego una ola, envuelta en un sándalo escandaloso, te hunde nuevamente.


Hay Pachulis indescriptibles, disfrazados de peces.
Almizcles imposibles, vestidos de estrellas de mar.
Caracoles que, en su caparazón, esconden cientos de esencias de rosas jamás pensadas.
Flores acuáticas que destilan Vainilla por cada uno de sus pétalos.


Maderas, musgos y resinas de un aroma indescriptible.
Ráfagas de Oud que se adhieren a tu respiración y te quitan el aliento.
Hermosas sirenas de cabelleras enormes que huelen a flores y a sal marina.
Caballitos de mar que galopan y dejan a su paso una estela ambarada asombrosa.
Oleadas de jengibre, cardamomo, canela y pimientas, tan aromáticas que es como si uno estuviera usando el olfato por primera vez.
Un Mar embriagador.


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En mi primer viaje a India, allá por Enero del 2016, me encontré con un mundo desconocido pero extrañamente familiar: Los Attar, tradición milenaria de India.


Los aromas, desde niña, perfumaron mi atención y mi curiosidad. Siempre creí que los olores, junto con la música, eran lo más parecido a la teletransportación.
Nos llevan a tiempos lejanos.


Nos devuelven a sitios, de los cuales quizás jamás debimos alejarnos o a los que queremos volver de vez en cuando.
Evocan personas. Lugares. Fechas. Circunstancias. Amores.


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Es como si todas las esencias del mundo nadaran en sus aguas y se hubiesen puesto de acuerdo para hacerte enloquecer.
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Maderas, musgos y resinas de un aroma indescriptible.


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Caballitos de mar que galopan y dejan a su paso una estela ambarada asombrosa.
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Nos devuelven a sitios, de los cuales quizás jamás debimos alejarnos o a los que queremos volver de vez en cuando.
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Por momentos uno puede flotar, sacar la cabeza y tomar aire. Pero luego una ola, envuelta en un sándalo escandaloso, te hunde nuevamente.


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Caracoles que, en su caparazón, esconden cientos de esencias de rosas jamás pensadas.
Flores acuáticas que destilan Vainilla por cada uno de sus pétalos.


Maderas, musgos y resinas de un aroma indescriptible.
Ráfagas de Oud que se adhieren a tu respiración y te quitan el aliento.
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Caballitos de mar que galopan y dejan a su paso una estela ambarada asombrosa.
Oleadas de jengibre, cardamomo, canela y pimientas, tan aromáticas que es como si uno estuviera usando el olfato por primera vez.
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Un Océano dónde no te importa naufragar.

En mi primer viaje a India, allá por Enero del 2016, me encontré con un mundo desconocido pero extrañamente familiar: Los Attar, tradición milenaria de India.
Los aromas, desde niña, perfumaron mi atención y mi curiosidad. Siempre creí que los olores, junto con la música, eran lo más parecido a la teletransportación.


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Nos devuelven a sitios, de los cuales quizás jamás debimos alejarnos o a los que queremos volver de vez en cuando.
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Caballitos de mar que galopan y dejan a su paso una estela ambarada asombrosa.
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Los aromas, desde niña, perfumaron mi atención y mi curiosidad. Siempre creí que los olores, junto con la música, eran lo más parecido a la teletransportación.


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Caballitos de mar que galopan y dejan a su paso una estela ambarada asombrosa.


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En mi primer viaje a India, allá por Enero del 2016, me encontré con un mundo desconocido pero extrañamente familiar: Los Attar, tradición milenaria de India.


Los aromas, desde niña, perfumaron mi atención y mi curiosidad. Siempre creí que los olores, junto con la música, eran lo más parecido a la teletransportación.


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Nos devuelven a sitios, de los cuales quizás jamás debimos alejarnos o a los que queremos volver de vez en cuando.
Evocan personas. Lugares. Fechas. Circunstancias. Amores.


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Entrar en las perfumerías artesanales de India es hundirse en un mar irrefrenable de aromas.


Es como si todas las esencias del mundo nadaran en sus aguas y se hubiesen puesto de acuerdo para hacerte enloquecer.
Por momentos uno puede flotar, sacar la cabeza y tomar aire. Pero luego una ola, envuelta en un sándalo escandaloso, te hunde nuevamente.


Hay Pachulis indescriptibles, disfrazados de peces.
Almizcles imposibles, vestidos de estrellas de mar.


Caracoles que, en su caparazón, esconden cientos de esencias de rosas jamás pensadas.
Flores acuáticas que destilan Vainilla por cada uno de sus pétalos.


Maderas, musgos y resinas de un aroma indescriptible.
Ráfagas de Oud que se adhieren a tu respiración y te quitan el aliento.
Hermosas sirenas de cabelleras enormes que huelen a flores y a sal marina.
Caballitos de mar que galopan y dejan a su paso una estela ambarada asombrosa.


Oleadas de jengibre, cardamomo, canela y pimientas, tan aromáticas que es como si uno estuviera usando el olfato por primera vez.
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